El miércoles fuimos al opening de la muestra “00-10: Cuenta Progresiva, Arte de la primera década del siglo XXI” en el Museo de Arte Contemporáneo y nos llevamos tremenda sorpresa.
Creo que ya es momento de hablar sobre nuestro presente artístico con cierto desapego hacia amistades o conocidos que se manejan dentro del “mundo del arte”. Para aquellos que nos dedicamos a gestionar arte y cultura, que viajamos o que simplemente investigamos procesos de otras latitudes por medio de un computador, es un fastidio, por no decir una pena muy grande, la forma en la que proyectamos nuestro potencial y capacidades artísticas tanto a nuestra sociedad como al circuito internacional.
Ya el cuento de que somos un país joven, de que nadie entiende esto o de que el arte es solo para un circulo de snobs y que por esas razones no podemos esperar calidad, propuestas bien estructuradas y con contenido intelectual me tiene aburrida por no decir cabreada. Nuestro Museo de Arte Contemporáneo es cualquier cosa menos eso; quien ha trabajado con esa institución sabrá que no miento cuando digo que es absurda la forma en la que se maneja el Consejo Técnico, que está más que obsoleto y que la administración lleva una visión cualquiera, menos contemporánea.
Imagínate un hospital en donde quienes atienden a los pacientes no son médicos sino albañiles. Imagínate una empresa de construcción en donde quienes construyen los edificios son amas de casa. Imagínate bancos que son atendidos por veterinarios. A donde quiero llegar con esto es que, “zapatero a su zapato”, basta ya de pensar que cualquiera puede hacer, gestionar o promocionar arte. No seré yo la más erudita del tema, pero vamos, hay algo que se llama sentido común que parece ser el menos común de los sentidos en nuestra sociedad.
Una muestra con tan rimbombante nombre sin hablar del texto curatorial kilométrico que por supuesto indicaba la importancia de presentar una muestra que recopilara los diez primeros años de arte del siglo XXI en nuestro país, definitivamente debió estar mejor conceptualizada y blindada para enfrentar el porqué unos artistas si y otros no.
Primeros 10 años del siglo XXI significa desde el 2000 hasta el 2010; ¿cual entonces es el criterio de selección? ¿Artistas que desarrollaron carrera en estos años? ¿Artistas que desarrollaron carrera en los 90´tas y que son importantes para el proceso del arte panameño? ¿Estamos hablando de alguna etiqueta del arte en específico? ¿Contemporáneo? ¿Artistas con trayectoria internacional? A mí definitivamente no me quedo claro cuál fue el criterio de selección, ya por ahí, empezamos mal.
Asumiéndonos cada cual a nuestra realidad, si hablamos de arte hay delgadas líneas que dividen a un buen artista de uno mediocre y gruesas líneas que dividen al mediocre del malo. No toda la producción de un artista es buena, ni digna de estar colgada en el “Museo de Arte Contemporáneo” mucho menos dentro de una exhibición que pretende ser una señal dentro del camino de nuestra historia del arte.
Si Emily Zhukov y Eduardo Navarro están en la muestra ¿como no lo está Brooke Alfaro? Si Yiyi Barra y Jean Jacques Ribi están en la muestra ¿cómo no lo están Humberto Vélez y María Raquel Cochez? Esto solo por plantear un cuestionamiento de algunos.
Ahora, ya se tienen a los artistas seleccionados y llega el momento de escoger que obras presentar de cada uno, obras que deben representar y sustentar su selección, para algunos fue atinado, para otros nada que ver.
Luego el momento del montaje… aquí si ya no hay muchas excusas que valgan, porque quien trabaja en esto sabe que los montajes tienen lo suyo, que el personal del museo se puede poner un poco “moodie”, que la calidad de los materiales del museo para los enmarcados no son los mejores, que los patrocinadores se rajan a última hora, etc.etc. (Debo decir que el logo de Tropigas al lado del Museo es y será una cosa horrible y que es importante la comunicación gráfica en este y cualquier tipo de evento, detalle que al parecer se le olvidó al curador, que por cierto fue Director de Museo hace unos años.)
Tampoco me quedó clara la intención del conversatorio previo al opening, el cual no se dio en torno a la exhibición en cuestión, sino más bien a la Bienal de Arte de Panamá.
En esta historia, las obras son los personajes principales, razón por la cual la presentación de las mismas y de sus creadores es lo más importante. No se puede uno equivocar en quien prestó la obra – si no fue el artista – ni ponerle a un artista el nombre de otro, ¡ni no ponerlo simplemente! Me hubiera gustado que el montaje tuviera algún discurso más allá del “aquí cabe este cuadro” y que se pudiera leer en algún lado la historia de la piezas, como por ejemplo, que los Cuentos Chinos de Pilar Moreno, recientemente estuvieron en la Bienal de Artes Visuales del Istmo Centroamericano en Nicaragua o que las piezas de Francisco Barsallo, son parte de las piezas que se presentaron en la Bienal de Cuenca, Ecuador. Es justo y necesario comunicar los contextos de donde vienen las obras.
Es una falta de respeto hacia el trabaja de uno y hacia el trabajo de los artistas, abrir la exhibición sin las cédulas correspondientes, sin la señalización apropiada, con obra en el suelo sin montar, cables anaranjados puestos de cualquier manera, fotografías sin vidrio y quebradas, videos pixelados, etc. ¿saben por qué? Porque no es necesario a estas alturas, porque estamos casualmente en pleno siglo XXI y estás cosas ya no son de principiantes.
La muestra estará en exhibición hasta el 20 de marzo, espero que prontamente puedan “emparapetar” el montaje para que la sensación de “me comió el tigre” no se sienta tan vivamente y se pueda tal vez, cumplir con el argumento original de la muestra.
“La exhibición colectiva 00-10: CUENTA PROGRESIVA. Arte de la primera década del siglo XXI en Panamá, intenta contestar a la pregunta ¿qué ha pasado con el arte de Panamá, en relación al contexto regional y global, durante la primera década del Siglo XXI? Ante esta interrogante, la propuesta se extiende más allá de una retrospectiva histórica de artistas emergentes. Antes bien, procura revisar la trayectoria de aquellos artistas que se enfocaron en los llamados "signos de los tiempos" de los inicios de este siglo que va asentándose, y que algunos teóricos como Hans Ibelings, Marc Auge, o Gilles Lipovetzky han considerado como el momento de la supermodernidad.