martes, junio 15, 2010

la hora de la verdad

Paco Gómez Nadal, Diario La Prensa

Los ingenuos, los manipulados o la carne de botelleo ya pueden abrir los ojos. En los últimos meses muchas personas con criterio han estado advirtiendo del riesgo de una dictadura civil en el país o, como poco, de la tendencia fascista del presidente de la República, Ricardo Martinelli, y del encargado del trabajo sucio, José Raúl Mulino (el poli malo, presuntuoso y peligroso con espíritu de carcelero).

Lo cierto es que un núcleo fuerte del país seguía defendiendo al loco y sus secuaces, sin querer ver que la “empresocracia” se había instalado en el país y que la soberbia de todos estos nuevos ricos (y alguno de rancio abolengo) era más peligrosa que las amenazas terroristas que nos inventan en estos tiempos. Decían que era el cambio, que había que darle tiempo y, cuando ya no tenían argumentos, usaban la comparación con lo peor (sus antecesores, por ejemplo). Este último es el recurso de la sinrazón, de cuando para justificar una tropelía un niño señala a su amiguito que hizo una mayor.

Ahora ya no hay excusa, nadie que se denomine defensor de los valores democráticos, la transparencia y los intereses del país puede apoyar a este gobierno. Nadie que esté del lado del pueblo, de la libertad y de la eficacia en la gestión puede ni tan siquiera trabajar en uno de estos ministerios o en alguna de las entidades autónomas. Si fuéramos más honestos y valientes y los buenos fueran más se daría una dimisión en cadena de cientos de mandos medios del Ejecutivo. Quedarse es ser cómplice y luego no vale decir aquello de: “yo no sabía”.

Pero ¿cómplices de qué? La Ley 177, supuestamente sobre aviación comercial, ha dejado sin ropa al rey y ahora el soberano del 99 ha mostrado sus intenciones: manejar el país a su antojo decidiendo a modo de emperador romano qué se puede hacer y qué no, qué bosque podemos talar o qué huelga se puede hacer. Es decir, quien se quede con los locos será cómplice de la debacle del país, del derrotero dictatorial que acabará con el supuesto desarrollo que se estaba dando, que puede llevar a confrontaciones violentas y a injusticias generalizadas. Permanecer del lado del mal es ser malo.

Es la hora de la verdad. Los infames diputados oficialistas han demostrado que la Asamblea no es más que un coto privado de caza de Martinelli, donde se hace oídos sordos al clamor de la sociedad civil y donde se aprueban leyes tramposas y malintencionadas como la 177. El espectáculo de la semana pasada fue simplemente triste, profundamente triste para cualquier amante de la democracia.

El ministro Mulino, un virus destructivo del sistema democrático panameño, tiene el descaro de enviar una carta a este diario en el que se muestra ofendido porque un Hoy por Hoy dice la verdad. Y, por si fuera poco, considera que camuflar cambios a la mitad de los códigos del país dentro de una ley de aviación comercial es “es simplemente para aprovechar este período extraordinario y avanzar en modificaciones a temas puntuales”. O cree que todos somos idiotas o su cinismo no tiene límite o, definitivamente, debe tomar algún curso de capacitación del Inadeh a ver si mejora sus capacidades.

Es la hora de la verdad. Ciudadanos y ciudadanas deben colgar de ventanas y balcones lazos negros en luto por la democracia, rodear la Asamblea Nacional en vigilia permanente, los funcionarios honestos deben renunciar para no ser cómplices, las esposas y maridos de estos políticos corruptos y vende patrias deben abandonarlos, la sociedad los debe castigar moralmente levantándose de la mesa del restaurante si a la de al lado se sienta uno de los ministrillos, y los periódicos deberían convertirse en contrapeso de esta política neofascista.

Es la hora de la verdad. ¿Con quién está usted? ¿Con una mano de locos que nos pueden convertir el país en un manicomio carcomido en sus entrañas? ¿O con los intereses de la mayoría, de esta ciudadanía que ya no aguanta ni un engaño más?