lunes, septiembre 21, 2009

De museos y edificios

Betty Brannan Jaén / Opinión, La Prensa, domingo 20 sept. 2009

WASHINGTON, D.C. –Es muy lamentable que el gobierno de Ricardo Martinelli haya decidido tumbar el viejo edificio de la Embajada estadounidense en la Avenida Balboa para construir allí algo que a la ciudad ya le sobra: otra torre de cemento. (Concuerdo con todo lo que escribió Paco Gómez Nadal hace dos semanas, en este espacio, sobre “La pesadilla del cemento”).

Peor aún, esta nueva torre será para oficinas públicas, para así abanicar los delirios de grandeza de nuestros burócratas. Se nos dice que la torre será “un ícono de la ciudad”, pero francamente no veo cómo una torre más –que abundan en todas las ciudades del mundo– pueda ser ícono de nada. Lo icónico, creo, requiere originalidad y singularidad, además de expresar algo autóctono.

Genuinamente icónico hubiera sido darle algún diseño espectacular (como los de Santiago Calatrava, por ejemplo) al Puente Centenario, en vez de usar un diseño estándar que ya se ha construido en muchas otras partes del mundo. Aunque esa oportunidad se desperdició, el país tiene como “ícono” al Canal de Panamá –obra original y singularmente expresiva de lo istmeño– con la queninguna torre podrá competir.

Yo había planteado otra idea para el futuro de ese edificio, pero que ella haya quedado descartada no es lo que me molesta; de un “Museo de la Dictadura”, lo que me importa es el concepto, no la ubicación. (Ver las columnas del 19 y 26 de julio). Lo que critico es que la decisión se tomó apresuradamente y en base a criterios que me parecen equivocados.

Se nombró una comisión (para estudiar el asunto) que hizo su evaluación con rapidez sospechosa, como si su tarea fuera solamente avalar una decisión ya tomada. Considero revelador que el ministro de la Presidencia, Demetrio Papadimitriu, usó las siguientes frases al anunciarse la decisión: “Ese edificio hay que tumbarlo. Es una decisión tomada. El Gobierno nunca ha contemplado este edificio como histórico”.

Esas palabras admiten que el Gobierno “nunca” contempló seriamente que el edificio merecía ser conservado y revelan un afán por demoler que ha debido enterrarse a la salida del gobierno de Martín Torrijos. No digo que la vieja sede de la Embajada norteamericana sea el más lindo ejemplo de la arquitectura bellavistina, pero es uno de los pocos que quedan en la Avenida Balboa.

En un barrio donde han demolido sin piedad para ahora tener lotes vacíos al por mayor, este edificio –propiedad de todos los panameños– merecía que por lo menos se diera consideración real a las posibles alternativas a su demolición. La SPIA (Sociedad Panameña de Ingenieros y Arquitectos) se había tomado el trabajo de hacer un concurso sobre lo que podría hacerse con el edificio y la comisión gubernamental ni siquiera esperó los resultados.

Una de la ideas más mencionadas es la de crear allí un museo o un conjunto de museos, lo cual hubiera tenido la ventaja de agregar un espacio cultural al área de la bahía. Es triste –y no enaltece nuestra imagen nacional– que todo el espacio frente a la bahía esté acaparado por altares al mercantilismo de nuestra sociedad sin una sola venia a las artes. Leo que el artista Brooke Alfaro había sugerido un museo de arte moderno y a mi buzón han llegado sugerencias de que podría hacerse allí un museo de la historia panameña, o de la arquitectura panameña (de la arquitecta Magela Cabrera Arias), o un conjunto de museos pequeños sobre temas diversos. También pudiera hacerse un centro turístico o un “Casa Cor 2011” (idea de María Luisa Aramburu). Todas esas ideas me parecían dignas de consideración. La SPIA seguramente tenía sugerencias adicionales.

No es tarde para rectificar. Pido que el nuevo gobierno reconsidere la demolición de la vieja Embajada estadounidense y ponga alto definitivo a la destrucción de Bella Vista.