martes, abril 27, 2010

la mala educación

Paco Gómez Nadal / Opinión Diario La Prensa


“La educación os salvará”. Desde la montaña del sermón, el discurso se repite una y otra vez. La educación como objeto de deseo, la educación como mantra telúrico para invocar la puerta de salida de la pobreza, para engañar, para deformar, para adocenar… Casi nadie pregunta en estos tiempos, ¿qué educación? O, digamos, que hay una respuesta estándar que se aleja radicalmente de los debates pedagógicos de principios del siglo XX y que tiene que ver con la instrumentalización del sistema educativo.

De la secundaria deben salir buenos obreros, costureras, habladores de call centers, barmans, mucamas varias, vendedores de tres al cuarto, policías. De la universidad, profesionales medios que alimenten el grueso y adiposo grupo de la clase media esclavizada al blackberry y al arribismo.

Claro, hablamos de la educación pública, la mala educación, la que queda reservada a los que no pueden pagar por la educación privada, que no es mejor, solo tiene un mensaje de cabecera diferente: “La educación os enriquecerá” y que, por tanto, expulsa ejecutivos de empresa, gerentes generales, supervisores de nivel, emprendedores (una de las palabras que más repulsión me causa), advenedizos del poder dispuestos a utilizar a la masa y encima esperar recompensa social como empleadores.

Estamos en la era de la mala educación y como empezó hace tiempo –quizá después de que mayo de 1968 alertara al poder de que las universidades pensantes eran un peligro, o de que en las aulas de colegios religiosos se formara un buen grupo de revolucionarios latinoamericanos– el círculo vicioso está perfeccionado: alumnos sin educación, maestros con poca educación, evaluadores maleducados … ¿qué educación no tienen? La que fomenta el pensamiento crítico, la que provoca la autoestima del alumno, la que se centra en el aprendizaje y no en la enseñanza, la que tiene a los libros de texto como punto de partida y no como final autocontenido, la que no considera una pérdida de tiempo las humanidades, la que es peligrosa para el poder establecido…

He visitado y conocido varias escuelas públicas en el país, rurales y urbanas, y mi única conclusión es que son fábricas de pobres donde no se les enseña nada fundamental. Tampoco nada innecesario. No parece muy diferente la Universidad de Panamá, la otrora fábrica de pensamiento, parece ahora un depositario de esperanzas que se van truncando conforme avanzan los años. Sin un papel social ni una producción intelectual brillante (excepto honrosas excepciones, que las hay), la Universidad de Panamá es el potrero de un señor feudal acostumbrado a lidiar con el poder y a hacerle el quite a la educación.

De remate, tenemos una ministra que no sabe nada del asunto –no tendría por qué– que maquilla con palabras lo que ni ella ni su equipo saben enderezar. Parte de los gremios está enquistada en discursos corporativos anticuados y en la negativa a reconocer su cuota de responsabilidad en el desastre. Otra parte, sin embargo, tiene un discurso generoso y bien planteado; aunque en el reino de los sordos la palabra inteligente no puede ser escuchada.

Así que en este panorama, a los locos del cambio se les ocurrió hacer una reforma curricular vacía de contenidos. “¡Reformemos!”, dijeron, y comenzaron a inventar sobre la marcha un plan piloto que no tiene nadie al volante.

Pobre nuestra educación pública: vaciada de alumnos de clase media, acorralada por una educación privada hambrienta de matrícula, con todo el sistema de formación de maestros desmontado (pobre Normal de Santiago, cuna de pensamiento y revuelta en otra época) y con unos padres de familia que no tienen ni tiempo ni conocimiento para pedir algo diferente. La mala educación sirve para que los hijos estén “cuidados”, mientras los papás y mamás se parten el lomo trabajando en este País de las Maravillas y para formar a la futura generación de servicio que deberá alimentar de salarios baratos el aparato del desarrollo.

“La educación os hará idiotas”, es el nuevo lema del sistema. Y se cumple a rajatabla. Miles de excluidos formados en nuestras escuelas forman parte del pueblo dormido que defiende un modelo nocivo para su salud y que apoya al gobierno corporativo donde el fondo es una broma y la forma, la panacea. No cambiará esto porque, como dijo Papadimitriu sobre las indemnizaciones a las víctimas del accidente del bus 8B–06, sería un precedente que el Gobierno asuma la responsabilidad por cada alumno maleducado…