jueves, mayo 20, 2010

democracia, gobierno y sociedad civil

Jhonny Suarez / Diario La Prensa, Opinión


De hecho, hoy día, existen muchas concepciones e interpretaciones del término democracia. Es muy factible que todos los países que se autodenominan democráticos, o al menos sus gobernantes se vanaglorien de poseer la mejor democracia o de tenerla en proceso de construcción.

La democracia como forma de vida y como manera de gobernar va más allá de la simple consulta electoral periódica que tiene como fin designar a los dirigentes de un cuerpo social determinado.

Contrario al significado real del mandato que reciben, muchos gobernantes alrededor del mundo consideran que al ganar un proceso electoral reciben un cheque en blanco, una “patente de corso” para hacer lo que les viene en gana; confunden el mandato de gobernar, de dirigir y consultar con el “yo mando, yo digo, yo hago”, en claro detrimento de la institución denominada democracia y de la institucionalidad de sus países.

El gobierno es la acción de administrar temporalmente el Estado que es permanente, y el Estado por su parte, es un concepto de carácter político que trata de una forma de organización social humana, contractual, formada por una serie de instituciones que definen y ordenan la vida y toda la madeja de las relaciones entre los habitantes, el Estado mismo y el gobierno en un país o territorio determinado.

Desde esta perspectiva, el Gobierno y los gobernantes no se pueden desligar de aquellos quienes los eligieron para dirigir los destinos de la Nación de manera temporal. El Gobierno y el gobernante deben de estar de manera constante y fluida en contacto con quien otorgó el mandato, el pueblo, que al fin y al cabo es el soberano y lo es de manera permanente.

Hoy día, dentro del clásico “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”, ciertamente debemos de incluir un elemento emergente y poderoso: la sociedad civil. Este concepto tan en boga no se puede soslayar, es sin duda alguna producto de la evolución natural, de la madurez y el involucramiento necesario del cuerpo social en la cosa pública.

El gobernante visionario, el estadista de verdad es aquel que escucha y pregunta a su pueblo, no solo por medio de los mecanismos tradicionales. El buen gobernante es aquel que consulta a diario el barómetro que mide la presión social, es aquel que lee las señales que emiten los diferentes grupos del componente social y trata de conciliar todas las posiciones por medio de los mecanismos de negociación que las mismas constituciones, leyes y costumbres le permiten.

La sociedad civil, que al fin y al cabo es un amplio sector de la sociedad como un todo, pero con mayor conciencia de sus derechos, es con la que tiene que lidiar y negociar a diario el gobernante, la conforman las organizaciones no gubernamentales, los sindicatos, los gremios de profesionales, la prensa en sus diversas manifestaciones, los partidos políticos, la poderosa y tal vez aún no bien definida opinión pública, las organizaciones religiosas y el ciudadano común.

La sociedad civil como componente ineludible de la sociedad moderna, es una especie de “parlamento”, un tanto informal e informe, de hecho integrado por una gran diversidad de actores con diferentes intenciones e intereses.

Por su lado, el gobernante de nuestros días debe identificar correctamente a este nuevo actor, incluirlo y negociar con él, si desea que el timón de la nave que dirige, mantenga su curso y llegue a buen puerto.