viernes, octubre 15, 2010

la globalización de la ignorancia

Mauro Zuñiga Aráuz, Diario La Prensa

Sabido es que el pensamiento crítico es la mejor arma contra el poder. Lo que se denomina educación es el proceso enseñanza–aprendizaje pasivo. El educador se vale de sus conocimientos, auxiliado por los libros de texto para transmitir información a sus alumnos. El nivel de calificación depende directamente del nivel de información. Podemos agregar que esos conocimientos son productos terminados: una verdad.

Ahora, en este mundo globalizado en que se ubica a cada individuo en una celda, contactado entre sí por medio de redes invisibles, pero potencialmente peligrosas dada su posible unidad, los think tank o fabricadores de pensamiento han definido que este acceso de la información tiene que restringirse y, lo que es peor, hay que castrar radicalmente toda interpretación, con lo que se elimina la crítica. La educación que se enseña en la mayoría de los centros escolares del país es acrítica. Los alumnos se gradúan con un cúmulo de conocimientos mínimos que les permite optar por una carrera universitaria que los enriquece aún más y los articula al mundo laboral, en el que terminan vendiendo esos conocimientos junto a sus talentos en el mercado laboral.

Con este tipo de educación se fortalece el modelo.

He leído algunos artículos en este diario de distinguidos panameños en los que denuncian el impuesto a los libros y protestan por la reducción o eliminación de la filosofía del nuevo currículo educativo. No me sorprende, por la temeridad de este gobierno de crear una legislación especial en la que se eleve a categoría de delito cualquier idea transmitida por un medio escrito, oral o televisivo, en el que se cuestionen algunas de las prácticas del neoliberalismo y que se coloquen carteles en sitios estratégicos de la República con el lema: ¡Prohibido pensar!, u otros más atrevidos: ¡Aquel que piensa será multado o detenido! Y la multa o los días cárceles dependerán de la gravedad del pensamiento y de su repercusión en la opinión pública.

Entre los ministerios de Educación y de Seguridad se redactarán los delitos y sus penas correspondientes. Por ejemplo, un delito económico grave será protestar por el alza de la canasta familiar y su pena, tres meses incomunicado. Un delito político que puede acarrear la pena máxima es denunciar uno de los tantos peculados que cometen los administradores del Estado. Solicitar que se audite una de las fundaciones privadas de algún miembro del Ejecutivo equivale a la inyección letal, sin juicio previo.

Marcos A. Pareja, en uno de los artículos publicados en este diario, mencionó a Gilles Deleuze, quien escribió junto a Félix Guattari, el libro ¿Qué es la filosofía?, editado en 1991. ¡Craso error! Esos autores están en el índice de los libros prohibidos, aunque ni el señor Presidente ni sus acólitos tengan la menor idea de quiénes son estos autores, pero basta para que en la página ocho digan que la “filosofía es el arte de formar, de inventar, de fabricar conceptos” y que le dediquen todo un capítulo a definir lo que es un concepto, para prohibirlo.

Crear un concepto que enjuicie al neoliberalismo es un crimen de lesa humanidad. Pero Pareja no se queda allí, menciona a Michel Foucault. ¡Herejía! Esto lo puede llevar a la horca. Foucault en sus célebres clases en el Colegio de Francia, en el curso de 1978–1979, nos deleita con la forma cómo nació la biopolítica y cómo la misma se confunde con el individuo y el entramado social. En su libro Vigilar y Castigar, hace una detallada descripción de los orígenes y el desarrollo de la sociedad de la disciplina. Cómo el poder disciplina a la gente y cómo nos vigila.

Foucault nos enseña las formas en las que el poder nos controla y domina. Hablar de Foucault es como enseñarle una cruz a Drácula.

Se pretende globalizar la ignorancia. Entretenernos en el espectáculo. Tenernos dominados, domesticados. ¡Prohibido pensar! Ante esta embestida neoliberal a la crítica, tenemos la obligación moral de profundizarla. No podemos arroparnos con la idea del pensamiento único, la bandera ideológica de esa doctrina. La democracia es la única alternativa viable y factible. Unámonos detrás de ella.