miércoles, agosto 12, 2009

el malestar de la cultura

Pedro Luis Prados
La Prensa, miércoles 12 de agosto

Los gobiernos en los últimos años y sin distingos de procedencia, han hecho esfuerzos para minimizar el papel del Instituto Nacional de Cultura. De manera solapada en algunos, abiertamente otros, han recortado presupuestos y atribuciones con la excusa de lograr niveles de competencia o de canalizar mejor los recursos. Es comprensible que cada cual se inclinara a una actividad específica y no necesariamente hacia la cultura, pero debemos preguntarnos por qué todos han propiciado el desmembramiento de esta institución para llevarla a la postración.

Debemos reconocer a Joseph Goebbels, ministro de Propaganda de Hitler, el valor de expresar públicamente su aversión al declarar: “Cuando escucho la palabra cultura saco mi pistola”. Pero dar la cara es un problema de cultura y principios a los cuales los panameños no estamos acostumbrados, de manera que el anonimato orla los autores y el proyecto que pretende anexar el Instituto de Nacional de Cultura al Instituto Panameño de Turismo.

Tal iniciativa revela el desconocimiento de la complejidad del tema y pone sobre el tapete una agenda oculta que han manejado los gobiernos de turno para despersonalizar la sociedad panameña y adecuarla al proyecto neoliberal. Reducir la cultura a expresiones de las Bellas Artes, manifestaciones folklóricas o precarios monumentos históricos para sustentar esta fusión, manifiesta la ignorancia del hecho cultural como núcleo de la cohesión social. Parece que la cultura causa malestar y no por las explicaciones de Freud.

El concepto “cultura” comprende las expresiones creativas, materiales y espirituales, pasadas y presentes, de una sociedad como parte esencial de su articulación y dinámica de comportamiento. Desde los monumentos históricos, bienes arqueológicos, diversidad étnica, la creación literaria y de Bellas Artes, hasta las tradiciones, costumbres, formas de vida, creencias religiosas, artesanía, habla, vestimenta, hábitos culinarios —el ceviche peruano ha sido declarado Patrimonio Histórico del Perú y la comida mexicana incluida como parte del Patrimonio Mundial— y sobre todo los valores que regulan la convivencia, son unos de la innumerables elementos que identifican una sociedad y contribuyen a su permanencia.

La defensa, preservación y sobre todo la difusión de la cultura es un compromiso primario en toda nación madura, porque se concibe la identidad cultural como basamento de la identidad nacional. Cultura y Nación son inseparables como partes del Estado Nacional, la rigurosidad de las normas que la protegen y el fortalecimiento de los organismos responsables de su difusión es política de Estado.

Entre nosotros la inversión de categorías es escandalosa, pues no sólo se estrangula la institución limitando recursos y la injerencia en su especialidad, sino querer subordinarla a los intereses económicos del turismo como componente de las noches de casino y torneos de pesca. La despersonalización del panameño con una educación enajenante y las aberraciones de los medios de comunicación, culmina con la destrucción de los referentes históricos-culturales que evocan situaciones y valores diferentes a las “competencias” necesarias para un buen productor de bienes y servicios y el consumidor ideal requerido por el mercado.

Los discípulos del ideólogo nazi no sólo han usado sus 11 reglas de la propaganda, sino que han dado facilidades para borrar edificios icónicos del Casco Viejo, caricaturizar la museografía del Museo Antropológico, arruinar los museos regionales, pauperizar las escuelas y centros de arte y sumir en el abandono los sitios arqueológicos y conjuntos monumentales, sin contar con la impunidad por el robo y trasiego de bienes arqueológicos.

Todo está consumado. Disolver al Instituto de Cultura en franquicias hoteleras y noches de discotecas no es difícil. Ya veremos al Ballet Nacional distraer las cenas de convencionales europeos o a la Orquesta Sinfónica acompañar turistas japoneses en la chiva parrandera. Todo es posible en esta tierra de “la pollera, el tamborito y el Canal de Panamá”. Sólo me queda una “propuesta a los proponentes”: fusionar el Instituto de Cultura con la Dirección de Aseo o la Autoridad del Ambiente, posiblemente logremos ciudadanos amantes de la limpieza o ecologistas convencidos, eso también es cultura.