Las redes culturales son instrumentos que refuerzan las líneas de trabajo de interés común y apoyan al trabajo de las instituciones vinculadas. Entre sus funciones, se encuentra el fortalecimiento de las diversidades culturales, la promoción y defensa de los derechos culturales y la promoción de espacios de concertación y acción intersectorial, que sustenten el seguimiento, la comunicación y la transferencia de resultados de las acciones bilaterales y multilaterales. El desarrollo de las redes de cooperación internacional en materia cultural, supone un marco próspero para este objetivo.
El impacto producido a partir de la incorporación de las tecnologías de la información y de la comunicación (TIC) a la esfera de la acción cultural ha provocado un aceleramiento en el desarrollo de la comunicación de las redes culturales. Este proceso se encuentra en un estado incipiente y por tanto aún frágil como para atreverse a formular fuertes compromisos en sus planteamientos.
Aún así, es posible observar una situación impulsada por dos corrientes de signo contrario: por una parte una concepción que augura el desarrollo de las redes como un escenario ideal para la comunidad cultural universal, apoyado en una filosofía solidaria en la transmisión del conocimiento y las experiencias, y por otra parte, una concepción que se sustenta en el carácter mercantil del fenómeno y que imagina a cada red como una oportunidad para desarrollar potenciales mercados culturales. Entre una y otra, aparecen suficientes opciones de matices que se apoyan en el espacio generado.
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