domingo, octubre 25, 2009

El teatro está desierto

Diario La Prensa, 25 octubre 09 / Mosaico
Daniel Dominguez

Entre 1991 y 2009, la sección teatro del concurso nacional de literatura Ricardo Miró ha sido declarada desierta en cuatro ocasiones: 1991, 1997, 2003 y 2009.

Una cantidad considerable si se toma en cuenta que en ese mismo período de tiempo, se determinaron una sola vez desiertos los apartes de novela (2003) y cuento (2007), y no le ha pasado a la poesía ni al ensayo.

“He sido jurado del Miró y hay una presión muy fuerte para que no se declare desierto: las razones son económicas. Es un premio bien dotado (15 mil dólares por cada categoría) y la plata no se puede perder”, explica Alondra Badano, que ha ganado el Ricardo Miró en teatro por Jugada partida (1999) y Babilonia Way of Life (2004).

Badano no está de acuerdo con este criterio. “Las razones deben ser las de la calidad, y hay que saber que se pierde mucho más premiando mediocridades; porque no se pierde en dinero, se pierde el norte: ¿adónde queremos llegar con nuestra literatura?”

Badano, actriz y docente, agrega que las veces que ha premiado obras en Panamá fue cuando “medité sobre la posible puesta en escena, pero literariamente hablando, lo que se premia aquí raramente interesa a grupos extranjeros”.

Norman Douglas, el director que más piezas nacionales ha puesto sobre los escenarios patrios, ha sido jurado en tres ocasiones del Ricardo Miró, “y no he visto ningún avance desde la primera vez, al día de hoy”.

CONSIDERACIONES

Los jurados este año fueron los directores Juan Carlos Calderón Gómez (Costa Rica); Omar Valiño Cedré (Cuba) y Norman Douglas (Panamá), y acordaron, por unanimidad, no dar distinción alguna a las 16 piezas teatrales participantes. En el acta, los tres concluyeron que las obras presentadas al Ricardo Miró “no cumplen con los requisitos fundamentales de la dramaturgia en términos de estructuración dramática, calidad del lenguaje teatral, verosimilitud artística, definición de personajes, concepción de la acción dramática y su función en la escena”.

Calderón Gómez comenta que algunas de las piezas “abusaron del maniqueísmo a la hora de abordar a los personajes, con situaciones secundarias no resueltas, discursos filosóficos más que teatrales, estructura dramática plana, reiterativas y situaciones predecibles”.

En la mayoría de los casos, anota Douglas, “eran textos dialogados sin desarrollo de acciones ni de conflictos, sin motivaciones internas en los personajes ni objetivos concretos a conseguir”.

RETOS

Dos de los tres jurados del Ricardo Miró son internacionales.

Como concursante, comenta el profesor y dramaturgo Javier Stanziola, “eso te obliga a escribir sobre temas universales. Muchos de los jurados justifican sus decisiones en esos términos. O se quejan de que las obras eran muy locales o abusaban de los panameñismos”.

“No sé si eso dice que los autores panameños no sabemos o no podemos contextualizar problemas locales en términos universales, o que los jurados internacionales nos están obligando a olvidar temas locales para ser más globales”, indica Stanziola, que obtuvo el Ricardo Miró en teatro gracias a De mangos y albaricoques (1996), Solsticio de invierno (2002) y Hablemos de lo que no hemos vivido (2008).

Alex Mariscal, docente y actor, ha observado que en los últimos años, en el Ricardo Miró de teatro “hay una preponderancia sobre la estructura y la temática. Muchas de las obras están tan llenas de palabras.... Es una narración excesiva de una fábula”. Mariscal, director de Arte Teatral de la Facultad de Bellas Artes de la Universidad de Panamá, ha hecho sus intentos en este género.

“Estoy aprendiendo a entenderlo, pero es muy difícil. Se necesita entender cómo estructurar un diálogo para revelar situaciones y conflictos, y también crear personajes y mundos que sean a su vez descifrables en el espacio concreto de la escena y no solamente en el imaginario del lector”, indica Mariscal.

DEBILIDADES

Panamá, en lo que va del siglo XXI, experimenta días gloriosos para el teatro panameño. De acuerdo con la “Encuesta aplicada a teatristas de Panamá”, a cargo de la Asociación de Teatristas de Panamá, hay actualmente unos 200 teatristas activos en todo el país.

Se han realizado 235 montajes entre 2004 y 2008, según el estudio: “Actualización del diagnóstico sobre el sector teatro en Panamá, 2004-2008”, elaborado por el Proyecto de Capacitación del Sector Teatro en Centroamérica.

Hoy, hay más salas ofreciendo una oferta variada de montajes, pero hace falta la presencia de la dramaturgia nacional, la que es “débil y escasa. No hay una formación sistemática en esta área”, señala Alex Mariscal.

Javier Stanziola anota que el teatro en Panamá vive un boom comercial sin precedentes. “Pero la dramaturgia es la cenicienta de este sector. Como productor, montar una obra de un escritor panameño es un riesgo infinito. Nadie nos conoce”.

Es como anota el director y actor Gabriel Pérez Matteo. “Son pocos los autores panameños que se ponen en escena, y existe gran avidez por textos, pero hay que recurrir a textos de afuera, ya que no contamos con un buen catálogo de textos nacionales para elegir”.

Pérez Matteo propone que las obras que participan en el Ricardo Miró, ganadoras o no, sean más difun-didas, pues “un texto no se convierte en teatro hasta que se pone en escena. Ver su trabajo en el escena-rio es parte importante de la formación de nuestros dramaturgos”.